lunes, 1 de febrero de 2016

LITERATURA + ACTUALIDAD El bandido doblemente armado - Soledad Puértolas

UNA CONFESIÓN PARA QUITARSE EL AMARGO SABOR DE IDOLATRAR AQUELLO QUE NUNCA SE LLEGA A CONOCER
         Soledad Puértolas desgrana la vida de una familia atípica a través de los ojos de un anónimo amigo

“Mis ojos iban de un lado a otro, llenos del temor que inspira el paisaje desconocido y anhelado. Como la primera vez que me encontré en El Cielo, enmudecíy deseé no haber deseado ser amigo de Terry.”


          Tendemos a idealizar, a mitificar a ciertas personas y personajes. Es un hecho perfectamente objetivo que el ser humano necesita héroes, mitos y leyendas, así como vanidades y “egolatrismos” varios para existir. Soledad Puértolas lo sabe, y no pudo escoger mejor su carta de presentación como escritora (publicada) que el inquietante “El bandido doblemente armado”. Esta obra es un canto coral y sin embargo egocéntrico del falso misticismo al que sometemos a algunos seres humanos. Porque deberíamos de tener algo de cuidado al encumbrar a falsos ídolos de latón chapado en oro. Salvando las diferencias abismales con el relato de Puértolas, baste como ejemplo la inoportuna mitificación de seres tan mediocres y perjudiciales socialmente como el “Chapo” Guzmán, elevado a los altares legendarios como una especie de ladrón pícaro, obviando la lacra social de sus negocios y las barbaridades cometidas a costa de ellos.
Es la obra de Soledad Puértolas una especie de purgatorio, de limpieza de mitos, en el que un narrador se espolsa su anterior admiración a base de confesiones más o menos continuadas, más o menos coherentes, sobre la familia Lennox. Porque esta fascinación residía en lo inalcanzable que se presuponía para la persona que cuenta su experiencia cada uno de los integrantes de los Lennox, la familia protagonista. Lo más impactante de la novela de Puértolas es precisamente que al fin de la carrera realmente conocemos poco de cada protagonista, quizá un esbozo, y a través de ese borrador de personalidades el lector retoca todo lo demás. Muchas críticas acentúan sus estudios acerca de la novela de Puértolas fijándose en lo que la escritora escatima, pero precisamente eso es lo imprescindible de la historia. El desconocimiento lleva al interés por lo oculto, por lo hermético, y tratar de asaltar esos agujeros narrativos es lo que da a la novela precisamente su sentido.
       Escondido tras su anonimato, un narrador nos cuenta la relación que a lo largo del tiempo ha tenido con la familia Lennox. Comienza en la edad escolar del narrador con el primer encuentro, a través de Terry Lennox, con el señor Lennox, casado con la señora Lennox, viuda y de una posición privilegiada. Los hijos del primer matrimonio de la señora Lennox son muy dispares y tienen distintos caracteres y sensibilidades. Así nos lo hace saber el narrador a través de experiencias, que siempre escrutan la personalidad y la admiración por los integrantes de la familia. Pero no todo es perfecto ni mucho menos en los Lennox. El narrador siempre se sitúa cerca de la familia, durante los buenos momentos (los veraneos en Deveraux), o los peores (muertes inesperadamente esperadas), allí está para vivir su vida al lado de esta familia. Su estrecha relación con Terry, el miembro más díscolo de la familia, marcará profundamente su relato.
      Ciertamente es un relato que se puede deglutir en un abrir y cerrar de ojos no sólo por lo breve de su factura, sino también por la manera sencilla de la redacción, sin aditivos ni conservantes, dejando lo fundamental a la exposición del lector, y lo secundario a su criterio. A veces caótica, a veces inesperada el final deja al lector inmerso en las dudas acerca de la verdadera razón de ser de la confesión del narrador. La obra mereció el Premio Sésamo 1979, siendo alabada por la crítica que llegó a asegurar que Puértolas había realizado “una narrativa más abierta y sofisticada”.

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