UNA AMALGAMA DE
RELACIONES ENTRE PERSONAJES PARA UNA OBRA MAESTRA DEL TEATRO
UNIVERSAL
Antón P. Chejov
trenza magistralmente varios tipos de amor en una sola obra dramática
con consecuencias inesperadas.
“¡Qué locos
están todos! ¡Qué locos! Y ¡cuánto amor'!... Es el lago que está
embrujado. Pero, ¿Qué puedo hacer yo, criatura? Dime ¿qué puedo
hacer? ¿Qué?...”
Estos días hemos
asistido atónitos al baile político nacional. Perplejos hemos sido
testigos también del guirigay que se armaba en la constitución del
presidente catalán. La incertidumbre parece haber vencido en las
urnas y el baile de siglas, de alianzas, y de necesidades está
servido. Yo te quiero pero tú no me haces caso, o no todo el que
deseo. Tú me gustas pero no me convienes. Ahora me rindo a tus pies,
ahora te rechazo… El gran doctor Antón P. Chejov, maestro de las
situaciones y las almas humanas, nos regaló hace más de un siglo
una gran obra que recuerda en cierta manera la situación política
actual, focalizando esta similitud en la complejidad de las
relaciones entre seres humanos, en concreto en cuanto al amor se
refiere. Estamos hablando de “La gaviota”, obra de teatro en
cuatro actos, y una de las más conocidas del escritor ruso por la
genialidad de su factura. Por supuesto que la comparación es
subjetiva, pero el símil política-amor es tan jugoso, que en estos
días de coqueteo de candidatos es imposible no caer en la tentación.
Porque en “La gaviota”
los personajes tienen la complejidad de no vivir ni amar en un solo
sentido, tal como suele suceder, sino que hay varios tipos de
existencias y varios tipos de amores entre los personajes.
Centrándonos en las relaciones puramente románticas digamos que hay
una ensalada de tipología sentimental. Las hay como la de Arkadina y
Trigorin que es un amor basado en el interés mutuo. Funesto es el
que une fugazmente a Nina y Trigorin, dejando a ésta afectada.
Imposible como el de Masha hacia Trepliov que deviene en un amor sin
amor hacia un tercero. O traidor como el de Polena hacia Dorn. Y
mientras tanto el juego de necesidades afectivas va creando un
ambiente que en nada es sano para casi ninguno de los personajes de
la obra. La maestría de Chejov es entretejer todas estas necesidades
para jugar con el lector jugando con los protagonistas de la obra.
En una finca de campo se
reúnen una serie de personajes para asistir al “estreno” de
Trepliov, un aspirante a escritor que anhela que sus obras sean
celebradas a lo largo y ancho de toda la Rusia imperial. Para
representar la obra está Nina, de la que Trepliov está enamorado,
que vive cerca de la finca y que desea con todas sus fuerzas
triunfar encima de los escenarios. Como espectadores asisten la madre
de Trepliov, Arkadia, el hermano de ésta, y dos escritores
consagrados. Una vez que empieza la función la madre de Trepliov
critica la obra delante de su hijo, por lo que este se enfada y
decide suspender la función. En los días siguientes la relación entre
todos los personajes que pueblan la finca deparará más de una
sorpresa.
Obra imprescindible de
Chejov, “La gaviota” nos deja el regusto dulce de una obra con un
argumento sublime, una calidad literaria grandiosa, y un tratamiento
de las relaciones interpersonales de un realismo decadente. Sin
embargo el escritor se llevó una gran decepción al convertirse su estreno en el teatro en un gran fracaso. Fue en la siguiente
representación cuando el éxito fue clamoroso y “La gaviota”
llegó a convertirse en el gran clásico que es hoy. De esta segunda
representación por cierto salió la esposa de Chejov, Olga, que
era actriz de la compañía que dio brillo y esplendor a “La
gaviota”.