Tiempos de cambio
Vivimos
tiempos de cambio. Nadie sabe bien cómo será el cambio, ni hacia
donde nos encaminaremos. Lo único que sabemos es que hay en el aire
un afán de renovación y que esta reforma atañe a todos los
aspectos sociales, políticos y culturales sin excepción. En mi
profesión este cambio es todavía más drástico ya que ha llegado
hasta los mismos pilares, hasta las mismas raíces de nuestra razón
de ser. Soy bibliotecario y me encuentro como casi todos mis colegas
tratando de responderme preguntas que cada día me asoman a la
cabeza.
Actividad de animación a la lectura, Biblioteca CEIP La Fuenfresca |
La
definición tradicional de bibliotecas como almacén del saber, como
centro neurálgico del mundo bibliográfico público, lugar de
regocijo lector, espacio de consultas etc. parece ser que no es
compatible con la explosión informativa generada desde hace unos
cuantos años que nos alcanzó con toda su onda expansiva. El mismo
concepto de biblioteca se fue desmoronando conforme internet (san
Google por ejemplo) se atiborraba de datos, y los avances
tecnológicos hacían que el mundo se llenara de móviles y
dispositivos con el denominador común del uso mediante pantallas y
del acceso a la red. Así las cosas las bibliotecas vieron como tanto
los usuarios como los fondos públicos mermaban, desatándose una
crisis silenciosa que daba como resultado la “desertización” de
estos espacios culturales necesarios. ¿Desapareceremos? La pregunta
sólo tiene una respuesta: evolucionaremos.
La responsabilidad del hábito lector para con
la sociedad
Pero
hay una cosa que no ha cambiado ni cambiará por mucho tiempo que
pase, por increíbles avances tecnológicos que se apliquen, o por
todos los cambios sociales que se den. No es otra cosa que el hecho
lector, la relación de la persona enfrentándose a un texto para
descifrarlo y entenderlo.
Y
ahí es donde entran las bibliotecas en general y las bibliotecas
escolares en particular. ¿Para qué tenemos que leer? ¿Se puede
vivir sin leer? ¡Claro!. Igual que se puede vivir sin hacer deporte,
o se puede vivir aposentado en la ignorancia. Incluso en ambos casos
se puede vivir feliz, muy feliz. Sólo hace falta comida, bebida,
aspirar y respirar. Como individuo una persona puede permitirse no
leer, e incluso vanagloriarse de no leer. Podemos pensar que los
niños serán igual de felices si no leen, e incluso pensar que el
hábito de lectura recae en las clases de Lengua o Literatura y
olvidarnos de inculcarles esta sana costumbre. Y entonces nos
estaremos olvidando de dos cosas: de la sociedad y del futuro. De la
sociedad porque el hábito de lectura no sólo favorece al individuo,
sino que cuantos más lectores habituales tengamos, tendremos una
sociedad mejor, más culta, más crítica, menos embrutecida. Y eso
es un hecho irrefutable mirando hacia los países nórdicos, con
mucha más masa de lectores que nosotros. Y si inculcamos el hábito
lector en los niños, en los alumnos de hoy en día, tendremos una
sociedad futura mejor, con hábitos culturales más saludables, con
inquietudes intelectuales más acentuadas, y por lo tanto menos
embrutecida. Para resumir: un individuo puede tomar la decisión de
no leer, pero la sociedad mejorará cuantos más lectores habituales
tenga.
Las bibliotecas han
muerto ¡Vivan
las bibliotecas!
Es
por ello que la biblioteca tiene que ser un centro especializado en
fomentar el hábito lector. Ésa es ahora mismo su principal función,
sin olvidar las que tradicionalmente se le asignan, la biblioteca
debe ser un centro cultural enfocado a inculcar la lectura en la
sociedad, propósito titánico en los tiempos que corren, pero
necesario. Para ello debe de utilizar todas las herramientas y
acciones posibles y eficaces evitando la inacción y la inmovilidad.
Muy al contrario, mantener viva la biblioteca realizando actividades
continuas encaminadas a fomentar el hábito lector, colaborando con
distintas instituciones, y atrayendo usuarios para que sepan que hay
un punto neurálgico donde la lectura es la única razón de ser.
Las bibliotecas
escolares como epicentro del hábito lector
Y
ahora centrémonos en las bibliotecas escolares. Por supuesto
inculcar el hábito lector a los niños es cosa de todos. En casa,
por ejemplo, destronando las pantallas como reinas del hogar (T. V.,
móviles, ipads…). Son herramientas sumamente útiles,
efectivamente, pero no pueden marcar nuestra actividad cerebral.
Nuestros hijos beberán de nuestro ejemplo. Un ratito de lectura
frente a nuestros hijos, o con ellos, normalizará el hecho lector.
Biblioteca CEIP Ensanche |
(Este artículo de opinión se publicó originalmente en la revista "A tres bandas" N. 38)
IVÁN NÚÑEZ
Bibliotecario de la
Sala de lectura Arrabal