martes, 2 de febrero de 2016

EL FOMENTO DEL HÁBITO DE LECTOR COMO MOTOR DE CAMBIO SOCIAL - Un alegato a favor de las bibliotecas escolares

Tiempos de cambio
     Vivimos tiempos de cambio. Nadie sabe bien cómo será el cambio, ni hacia donde nos encaminaremos. Lo único que sabemos es que hay en el aire un afán de renovación y que esta reforma atañe a todos los aspectos sociales, políticos y culturales sin excepción. En mi profesión este cambio es todavía más drástico ya que ha llegado hasta los mismos pilares, hasta las mismas raíces de nuestra razón de ser. Soy bibliotecario y me encuentro como casi todos mis colegas tratando de responderme preguntas que cada día me asoman a la cabeza.

Actividad de animación a la lectura, Biblioteca CEIP La Fuenfresca
     La definición tradicional de bibliotecas como almacén del saber, como centro neurálgico del mundo bibliográfico público, lugar de regocijo lector, espacio de consultas etc. parece ser que no es compatible con la explosión informativa generada desde hace unos cuantos años que nos alcanzó con toda su onda expansiva. El mismo concepto de biblioteca se fue desmoronando conforme internet (san Google por ejemplo) se atiborraba de datos, y los avances tecnológicos hacían que el mundo se llenara de móviles y dispositivos con el denominador común del uso mediante pantallas y del acceso a la red. Así las cosas las bibliotecas vieron como tanto los usuarios como los fondos públicos mermaban, desatándose una crisis silenciosa que daba como resultado la “desertización” de estos espacios culturales necesarios. ¿Desapareceremos? La pregunta sólo tiene una respuesta: evolucionaremos.
La responsabilidad del hábito lector para con la sociedad
     Pero hay una cosa que no ha cambiado ni cambiará por mucho tiempo que pase, por increíbles avances tecnológicos que se apliquen, o por todos los cambios sociales que se den. No es otra cosa que el hecho lector, la relación de la persona enfrentándose a un texto para descifrarlo y entenderlo.
Y ahí es donde entran las bibliotecas en general y las bibliotecas escolares en particular. ¿Para qué tenemos que leer? ¿Se puede vivir sin leer? ¡Claro!. Igual que se puede vivir sin hacer deporte, o se puede vivir aposentado en la ignorancia. Incluso en ambos casos se puede vivir feliz, muy feliz. Sólo hace falta comida, bebida, aspirar y respirar. Como individuo una persona puede permitirse no leer, e incluso vanagloriarse de no leer. Podemos pensar que los niños serán igual de felices si no leen, e incluso pensar que el hábito de lectura recae en las clases de Lengua o Literatura y olvidarnos de inculcarles esta sana costumbre. Y entonces nos estaremos olvidando de dos cosas: de la sociedad y del futuro. De la sociedad porque el hábito de lectura no sólo favorece al individuo, sino que cuantos más lectores habituales tengamos, tendremos una sociedad mejor, más culta, más crítica, menos embrutecida. Y eso es un hecho irrefutable mirando hacia los países nórdicos, con mucha más masa de lectores que nosotros. Y si inculcamos el hábito lector en los niños, en los alumnos de hoy en día, tendremos una sociedad futura mejor, con hábitos culturales más saludables, con inquietudes intelectuales más acentuadas, y por lo tanto menos embrutecida. Para resumir: un individuo puede tomar la decisión de no leer, pero la sociedad mejorará cuantos más lectores habituales tenga.

Las bibliotecas han muerto ¡Vivan las bibliotecas!
     Es por ello que la biblioteca tiene que ser un centro especializado en fomentar el hábito lector. Ésa es ahora mismo su principal función, sin olvidar las que tradicionalmente se le asignan, la biblioteca debe ser un centro cultural enfocado a inculcar la lectura en la sociedad, propósito titánico en los tiempos que corren, pero necesario. Para ello debe de utilizar todas las herramientas y acciones posibles y eficaces evitando la inacción y la inmovilidad. Muy al contrario, mantener viva la biblioteca realizando actividades continuas encaminadas a fomentar el hábito lector, colaborando con distintas instituciones, y atrayendo usuarios para que sepan que hay un punto neurálgico donde la lectura es la única razón de ser.
Las bibliotecas escolares como epicentro del hábito lector
     Y ahora centrémonos en las bibliotecas escolares. Por supuesto inculcar el hábito lector a los niños es cosa de todos. En casa, por ejemplo, destronando las pantallas como reinas del hogar (T. V., móviles, ipads…). Son herramientas sumamente útiles, efectivamente, pero no pueden marcar nuestra actividad cerebral. Nuestros hijos beberán de nuestro ejemplo. Un ratito de lectura frente a nuestros hijos, o con ellos, normalizará el hecho lector.

     
Biblioteca CEIP Ensanche
¿Y el colegio? Pues el colegio también pone su granito de arena, tampoco carguemos toda la responsabilidad del hábito lector a los centros escolares. Lo que sí es cierto es que en cada centro escolar debe haber un lugar que se dedique única y exclusivamente a la lectura. Igual que hay un sitio exclusivamente dedicado al deporte (el gimnasio), o a eventos culturales (el auditorio), debe de existir un espacio que sea el epicentro del fomento del hábito lector, donde los alumnos posean un lugar rodeado de libros en el que bulla una actividad cultural, en la que la lectura se inculque sin obligaciones, sin aburrimiento, sin agobios, abriéndoles un mundo infinito con el que van a disfrutar toda su vida. Para ello las actividades culturales como teatro, exposiciones, revista del centro, lecturas compartidas… (hay miles) cada una de ellas adaptadas al nivel educativo de los alumnos, no nos aseguran el cien por cien de lectores en un colegio, pero sí tendrán un espacio en el que disfruten fuera de los elementos audiovisuales que inundan nuestra sociedad actual, y de seguro que poco a poco incrementaremos el número de futuros lectores, mejorando de seguro la sociedad del mañana.
     (Este artículo de opinión se publicó originalmente en la revista "A tres bandas" N. 38)

IVÁN NÚÑEZ
Bibliotecario de la 
Sala de lectura Arrabal