LA OPORTUNIDAD DE PENSAR EN LA
DIFERENCIA ENTRE LA OPINIÓN Y LA JUSTICIA A TRAVÉS DE UN ROMANCE EXTRAÑO
Bernhard Schlink nos presenta una novela cargada de
opiniones y lecturas a través de una experiencia extrema
“No
estamos hablando de felicidad, sino de dignidad y libertad.”
Los
clubs de lectura son una delicia en los se aúnan alrededor de la mesa tantos
puntos de vista como asistentes hay a dicha reunión lectora. En la Sala de
lectura Arrabal tenemos dos clubs y nunca hay una misma lectura de un mismo
libro, siempre hay diversidad de opiniones y de sensaciones a través de una
obra literaria. Eso es lo que más atrae de esta actividad. El otro día sin ir
más lejos abordamos “El lector” del autor alemán
Bernhard Schlink, una autentica delicia para los sentidos y para el
pensamiento. Y volvió a suceder. Cuando realizamos la rutinaria “ronda de
reacciones”, cada persona del club dio su parecer acerca de la novela, y
distaban tantísimo unas de otras que la ronda se alargó más de la cuenta y se
enfervorizó gratamente, señal inequívoca que Schlink había acertado en su
cometido de no dejar indiferente al lector.
Por otra parte en los clubs de lectura también se
realizan actividades alrededor de la obra que se ha leído conjuntamente.
Viajes, visitas guiadas, charlas con autores…
la imaginación permite no tener límites en cuanto a las acciones pre y
post lecturas. Con “El lector” las integrantes del club de lectura se
convirtieron en jurado popular por un día, y cada una emitió su veredicto sobre
una de los protagonistas de la obra. Una por una, de derecha a izquierda
exponían sus razones y sus opiniones sobre la protagonista, y una vez concluido
su alegato, les correspondía condenar o absolver a la “acusada”. Impresionaba ver como se metían en su papel
de jurado/lector y con gran seriedad y vehemencia, exhibían sus razones en base
a la lectura que habían realizado los días previos. Por supuesto que cada
personalidad, cada forma de ser se mezclaba con la asimilación de lo percibido
en la novela “El lector”. Pues bien, todas tenían sus razones y todas tenían su
criterio. Válidos todos. Ganó la culpabilidad de la protagonista por un voto,
pero eso casi fue una mera anécdota. Aprendimos que la justicia es algo muy,
pero que muy subjetivo, y que puede estar sujeto a mil interpretaciones. Pero
debe haber una. Una sola que valga y que sirva para acotar las
responsabilidades y las acciones de los individuos que integramos la sociedad.
Y esa lección nos la impartió desde Alemania, allá por los años noventa que
anunciaban el cambio de milenio, un hombre que ama y vive el derecho, y que al
mezclarlo con un gran argumento y una escritura amena y sencilla, moldea una
gran novela. Un encuentro
casual entre un adolescente y una mujer madura se torna en una relación sin
límites físicos. Michael Berg vive un apasionado romance con Hanna, de la cual
sabe poco o nada, y que disfruta con que el muchacho le lea en voz alta obras
de la literatura universal. Pero no es ésa la única particularidad del nexo que
les une, poco a poco, la diferencia de edad y de caracteres desembocará en una
situación que ambos ni se imaginaban.
La
magnífica obra de Bernhard Schlink llamó enseguida la opinión de la crítica y
el público internacional, y fue cuestión de tiempo que Hollywood la llevase a
la gran pantalla (2008). Dirigida por Stephen Daldry, la adaptación puede
considerarse más que digna, con un gran papel de Kate Winslet, que le reportó
un Oscar de la Academia.