Fue
un sabio. Así se puede resumir la vida de Umberto Eco (5 de Enero de
1932, Alessandria – Italia -). Y no sólo por sus extensos
conocimientos, sino porque sabía transmitirlos (sobre todo en
semiótica) una vez domados en su espíritu. Dedicado a la filosofía,
a la razón y a la docencia universitaria, su manera de escribir
buscaba dotar al lector de un mayor cultura y sabiduría.
Principalmente cultivó al ensayo, en el área del pensamiento, pero
ya en la edad adulta dio el salto a la narrativa. Y que salto.
Rozando los cincuenta escribió “El nombre de la Rosa”, logrando
un éxito arrollador que lo llevó al estrellato, al que siguió “El
péndulo de Foucault”. Un reconocimiento internacional que sin
embargo no lo cambió ni un ápice hasta el final.
Aquí encontrarás un espacio donde la lectura es la protagonista. La Sala de lectura Arrabal te ofrece una manera interesante y divertida de acercarte al maravilloso mundo de las letras
lunes, 29 de febrero de 2016
LITERATURA + ACTUALIDAD. Baudolino, Umberto Eco
EL
MIEDO DE LA HUMANIDAD AL DESCONOCIMIENTO CONLLEVA LA TENDENCIA A
CREER EN LA FABULACIÓN O LA MENTIRA
Umberto
Eco inventa dentro de lo histórico a un personaje con don para la
relación y la inventiva
“El
vacío (…) no existe porque la naturaleza le tiene horror. Es
evidente, por razones filosóficas, que no existe porque si existiera
o sería substancia o sería accidente”
El
fallecimiento de Umberto Eco la semana pasada ha supuesto para
algunos la oportunidad de acercarse por primera vez a su obra. A
otros para bucear más extensamente en ella, e incluso algunos para
releerla. En cualquiera de los tres casos el placer de beber de la
sabiduría de este genio italiano es una excelente idea. La noticia
de la muerte de Eco se vio eclipsada cinco días después por otra
noticia de índole más nacional, que no era otra que el acuerdo al
que llegaron Pedro Sánchez y Albert Rivera, o lo que es lo mismo,
PSOE y C’s (aunque volasen cuchillos en ambas formaciones). El
huracán de artículos, editoriales, telediarios etc. dejó atrás, a
mil años luz, el recuerdo del escritor y pensador. Por eso, y porque
esta página busca siempre explorar y descubrir nuevos universos
literarios, homenajearemos a Eco a través de “Baudolino” (2000),
la obra en la que quizá su autor derroche más imaginación, pese a
que es una novela que podemos calificar de “histórica”, ya que
entre sus páginas hay datos históricos (el rey Federico Barbarroja
por ejemplo), mezclados eso sí, con hechos directamente sacados de
la inventiva de su creador (el fabulario fantástico por ejemplo).
Eco
recoge en este libro un momento crucial de la historia y lo hace
suyo, lo despoja de todo su misticismo a través de un personaje que
encarna precisamente el embrión de todas las leyendas y creencias
basadas en el imaginario que, a fuerza de ser narradas, confluyen en
una realidad imposible pero creíble. Y así el autor nos presenta un
tema más que recurrente a lo largo de los siglos, y es que cuando ha
desconocido algo, la humanidad ha rellenado ese hueco a través de
invenciones, de medias verdades, o de relatos fantasiosos basados en
una mínima realidad. Las intenciones de estas fabulaciones también
han sido variadas, desde poder político, puro oscurantismo, miedo a
lo desconocido, o simplemente por simple superchería. En Baudolino
tenemos un poco de todo, y ese poco de todo contamina la historia
hasta adulterarla.
Arde
Constantinopla en 1204 y nuestro protagonista rescata a Nicetas
Coniates, hombre docto, orador y otrora persona destacada de
Bizancio, de las garras de unos cruzados sin escrúpulos que están
saqueando la ciudad. Baudolino entonces comienza a contar a Nicetas
los pormenores de su vida. Es el hijo de un campesino que tiene un
“don” sobrenatural para la mentira y la fantasía. Fortuitamente
comprado y adoptado por el rey Federico Barbarroja, su destino cambia
de la noche a la mañana, y su extraordinaria capacidad para
relacionarse en las altas esferas, y sus dotes inventivas, lo llevan
a cambiar la historia, como por ejemplo en el momento en que concibe
la leyenda del Preste Juan.
No
hay ninguna duda de que Umberto Eco vuelca sus conocimientos
académicos en su capacidad narrativa, consciente o
inconscientemente. Máxime en esta obra atendiendo a esta afirmación
del autor acerca de la semiótica: “Si una cosa no puede usarse
para mentir, en ese caso tampoco puede usarse para decir la verdad:
en realidad, no puede usarse para decir nada”
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