No
sin razón, Gabriel García Márquez está considerado uno de los
grandes clásicos de nuestra literatura, pese a la contemporaneidad
de su figura. Comenzó moldeándose en brazos de los
relatos y vivencias que rememoraban sus abuelos maternos, de los que
aprendió que la Historia es un cúmulo de microhistorias, de sucesos
que la gente vive y revive. Pese a que “desestudió” derecho para
decantarse por el periodismo, la llegada de “Cien años de soledad”
a sus cuarenta años fue un tsunami de popularidad (y fortuna) que le
permitió dedicarse de lleno a las letras. El resultado fue una obra
que va más allá de su persona para ingresar en la universalidad de
la que sólo disfrutan unos pocos elegidos en la literatura. En su
caso el Nobel es sólo una anécdota.
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